Los préstamos participativos son una herramienta financiera híbrida en España, que se sitúa entre el capital y la deuda ordinaria. Su característica principal es que la remuneración del prestamista se vincula a la evolución de la empresa, ya sea por beneficios, facturación u otros indicadores, además de contar con un posible interés fijo. A diferencia de los préstamos tradicionales, estos se consideran patrimonio neto a efectos mercantiles (lo que fortalece el balance sin diluir a los socios) y tienen una posición subordinada en caso de liquidación. Esta flexibilidad, sumada a las ventajas fiscales por la deducibilidad de los intereses, los convierte en una opción estratégica ideal para startups y empresas en crecimiento que buscan financiación sin sacrificar control, permitiéndoles adaptar la carga financiera a sus flujos de caja y mejorar su solvencia, facilitando así el acceso a futuras inversiones o financiación bancaria.
