(53) Rentabilidad financiero fiscal


Uno de los conceptos más importantes cuando hablamos de inversiones y de la rentabilidad que obtenemos por ellas es el concepto de rentabilidad financiero fiscal. En general no hay dudas de la rentabilidad financiera. Todas las empresas lo tienen claro, la analizan, la revisan, la comparan con otras inversiones y toman decisiones en base a este parámetro. Sin embargo, mi experiencia me indica que pocos hacen un análisis global que incluya el análisis de las implicaciones fiscales además del análisis financiero.

En lo personal, es un concepto que me quedó mi claro, en una de las asignaturas que curse en mis estudios universitarios de Administras de Empresas o en mi época, Ciencias Económicas y Empresariales. Concretamente en la asignatura, considerada la más difícil de la carrera. Política y Planificación Financiera. A modo de anécdota, me viene a la memoria que muchos de mis compañeros evitaban la especialidad financiera para no tener que tener esa asignatura. Imposible de evitar en finanzas, al tratarse de una asignatura obligatoria.

Si una cosa me quedó clara es, que no suele ser inmaterial, el coste que muchas empresas o personas asumen por no prestar atención a la materia. Los pequeños empresarios o emprendedores, lo suelen tener claro cuando comienzan los negocios, porque se fijan mucho en el criterio de caja. Se mira la cuenta corriente bancaria y no hay dudas, no solo tenemos que tener en cuenta lo que obtenemos de nuestros clientes o nuestras inversiones, si no que vemos como el socio que todos tenemos (Hacienda o el Estado), se lleva todos los meses su parte del negocio. Como anécdota el día de la liberación fiscal es el 27 de junio en España, el día a partir del cual dejamos de trabajar para Hacienda y empezamos a trabajar para nosotros.

Aunque parezca algo evidente y que todos tenemos en cuenta en nuestras decisiones, la mezcla de desconocimiento, pereza mental, complejidad y cambio continuo de la legislación, hace que no se tengan en cuenta los impuestos en la toma de decisiones, lo cual puede dar lugar a insatisfacciones importantes. Buscando la simplicidad se deja una variable de las importantes en la ecuación. Y esta falta de análisis de la parte fiscal, no sólo se produce a nivel persona física o pequeña empresa, o autónomo. Es curioso como grandes y medianas empresas no lo tienen en cuenta en sus decisiones. ¿Locura?. No, realidad.

Cada inversor o contribuyente tiene su propia problemática. La pequeña empresa, autónomo o persona física, puede tener una complejidad baja y no necesitar mucho análisis fiscal. El problema es cuando la situación cambia y vienen los problemas. Muchas veces nos viene dado. Que se lo digan a los trabajadores por cuenta ajena. Poco margen.

Otras veces la complejidad es media o alta pero el desconocimiento o el sacrificar el beneficio de optimizar la fiscalidad se prioriza sobre el asumir el coste de contar con un asesor independiente que ayude en esas labores. Es humano. Lo asemejaría a las primas de seguros. Cuando pagamos una prima de seguro y en el año no hemos tenido siniestros, parece que hemos tirado el dinero. Pueden pasar varios años y el efecto mental se va agudizando en nuestra mente. Sin embargo, el día que un siniestro imprevisto es cubierto por la póliza de seguro, nos libera mentalmente y nos congratulamos de tener una póliza de seguro. Asumir el coste de un asesor fiscal tiene una implicación parecida. Puede que no seamos consciente de su necesidad. El problema es que cuando lo somos, el daño ya está hecho y el quebranto puede ser significativo.

En la gran empresa, el problema no es tanto de desconocimiento o falta de medios para un asesoramiento válido. El problema suele ser de coordinación. Es difícil que no haya un análisis fiscal en operaciones especiales como adquisiciones, fusiones, etc. Sin embargo en el día a día podemos encontrar puntos de mejora. A medida que la empresa crece, se van constituyendo nuevos departamento y unidades que pueden llegar a actuar como entes independientes y perderse la coordinación o el trabajo multidisciplinar. Si por poner un ejemplo, el departamento financiero no cuenta con el departamento fiscal para analizar las operaciones de inversión, el análisis será incompleto y aunque la rentabilidad bruta o financiera sea adecuada, la neta incluyendo el coste fiscal puede ser menor a otras opciones. Por tanto, la decisión tomada, no ser eficiente o en el peor de los casos errónea.

Cuando analizamos valor, analizamos el flujo de caja que es capaz de generar lo que estamos valorando, ya sea una empresa, una unidad de negocio o un activo, ya sea operativo o financiero. El flujo de caja que llega a la empresa tiene que ser neto de impuestos. No considerarlos puede hacer que estemos sobrestimando los mismo. Además, hay que tener claro el timing y no buscar simplificaciones significativas. Por último, es dinero en destino. Se puede analizar el flujo de caja en el activo, en la empresa o en la sociedad matriz. Si entre paso y paso, cambiamos de jurisdicción fiscal, por el camino puede ser varias Haciendas Públicas las que se lleven parte del pastel y hay que ver si existe la posibilidad de evitar la doble imposición.

La conclusión es clara, todo financiero tiene que conocer muy bien el ámbito fiscal para ser un gran financiero. Todo responsable de línea de negocio tiene que tener muy claro que su labor es generar la mayor rentabilidad del área pero teniendo en cuenta que hay que tener la perspectiva global y ésta incluye los impuestos. De nada sirve que la línea de negocio gane 100 si en impuestos te dejas 40. Igual es mejor que la línea gane 90 y dejar en impuestos 20.

Publicado por José Luis

un financiero, con alma de comercial; un comercial, con formación financiera

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